Mujeres indígenas en la frontera entre Panamá y Costa Rica enfrentan los desafíos del desarrollo de infraestructura sin olvidar sus tradiciones
Leidy Morales es una mujer indígena de origen Ngöbe que ha vivido entre Costa Rica y Panamá desde que tenía seis años. Para ella, cruzar la frontera es cosa de todos los días. En sus años de niñez, para ir a la escuela cruzaba desde el poblado de Sixaola en Costa Rica hasta Guabito en Panamá. Años después, siguió cruzando la frontera para seguir con sus estudios, ir de compras o visitar a su familia que vive al otro lado del punto fronterizo.
De niña viajaba en un viejo autobús que atravesaba el antiguo puente ferrocarrilero que unió a estos dos pueblos por más de 100 años. “Cada vez que cruzaba moría de miedo, pues pensaba que la vieja estructura metálica caería al río. Yo me quedaba callada porque ya todos estábamos acostumbrados”, cuenta desde la margen panameña del río Sixaola.
El viejo puente ferrocarrilero quedó en desuso y se dio lugar a una estructura tipo bailey que sirvió de paso vehicular y peatonal en un solo carril. Este fue el paso fronterizo entre Costa Rica y Panamá hasta el 4 de marzo de 2021, cuando se inauguró el nuevo puente binacional sobre el Río Sixaola. La obra fue construida por los gobiernos de ambos países con el apoyo solidario del Gobierno de México: “Una obra para la hermandad de los pueblos” como la llaman las autoridades de estos países.
Desde lo alto del puente, y cuando ningún camión transita por el lugar, se escucha el golpeteo fuerte de ropa que choca contra las piedras del río. Son las mujeres de la comunidad que lavan su ropa y se aseguran de sacar la mugre impregnada, usando un método de lavado que es parte de su cultura.
Al igual que Leidy, decenas de mujeres de las comunidades Ngöbe y Teribe acostumbran llegar a orilla del río para lavar ropa, bañar a los niños y hacer su baño diario. En el asentamiento donde viven, a unos metros de distancia, el agua falta con frecuencia.
“Nos falta el agua, pero también nos gusta lavar en el río, así lo hemos hecho tradicionalmente. Acá venimos desde las seis de la mañana y nos vamos turnando. Aunque somos muchas, cada una lava en silencio porque las mujeres Ngöbe no somos de hablar mucho”, nos cuenta Onelia Tomas, otra de las mujeres que cada mañana pasa sumergida en las aguas del Río Sixaola entre dos y tres horas, normalmente junto a su sobrina Odilia.
Desde el punto donde estas mujeres están lavando, se divisa la estructura del nuevo puente Binacional sobre el Río Sixaola. Una infraestructura que les facilitará su vida y la de otras 15 mil personas que viven en la zona. Por allí seguirán cruzando desde Panamá a Costa Rica, o viceversa, en busca de mercaderías que utilizan para su vida diaria, como aceite, arroz, lo que sea necesario. “Nos gusta ir a comprar ropa en las tiendas de segunda mano, conseguimos cosas diferentes y más baratas”, agrega.
Cuando comenzó la construcción del nuevo puente binacional sobre el Río Sixaola, unas 100 mujeres perdieron su sitio tradicional de lavado. En consulta con ellas, y gracias a la propuesta de gestión social de UNOPS, se logró construir como parte de las obras un enrocado que les permite ahora realizar sus labores de lavado de forma segura y a pocos metros de donde antes lo hacían. Esto es lo que en UNOPS se conoce como infraestructura sostenible inclusiva: obras que traen bienestar a las comunidades, pero sin dejar a nadie atrás.
Infraestructura de nueva generación
El puente binacional sobre el Río de Sixaola fue inaugurado el pasado 4 de marzo por los Cancilleres de Costa Rica, Rodolfo Solano y de Panamá, Erika Mouynes, reafirmando los lazos de amistad entre ambas naciones y potenciando la actividad económica y comercial de esta zona limítrofe.
Con el corte de cinta en el centro del puente por parte de dos trabajadores que participaron en el proceso de construcción, la panameña Jacqueline Esther García Vega y el costarricense José Daniel Herrera Alvarez, se puso oficialmente en servicio esta estratégica vía que une a los poblados fronterizos de Sixaola (en Costa Rica) y de Guabito (en Panamá), dejando atrás la centenaria infraestructura ferrocarrilera.
El proyecto incluyó la construcción del puente a dos carriles de 260 metros y un ancho de 16,4 metros; con aceras y ciclovías a ambos lados y rampas de acceso en los dos extremos, así como la construcción de infraestructura para albergar las oficinas administrativas de ambos países.
La inversión total fue de USD $25 millones, de los cuales 10 millones fueron aportados por el Fondo de Mesoamérica del Gobierno de México, más una contraparte de los gobiernos de Costa Rica y de Panamá, de USD $7.5 millones cada uno.
“El Puente Binacional sobre el Río Sixaola representa una obra de nueva generación para Costa Rica y Panamá, donde se integran elementos que contribuyen al desarrollo sostenible y a la calidad de vida de las poblaciones locales, en una zona fronteriza que enfrenta grandes desafíos de desarrollo humano. Refleja los más altos valores de calidad, innovación y gestión eficaz al servicio de la hermandad de dos pueblos”, aseguró Alejandro Rossi, director y representante de UNOPS en Costa Rica.
El puente fronterizo sobre el río Sixaola conecta cerca de 15 mil habitantes de las comunidades vecinas de Guabito y Sixaola, en donde se registra una alta presencia de pueblos originarios y personas afro descendientes, convirtiéndose en una obra muy importante para fomentar el desarrollo humano local, que ha sido históricamente bajo en la zona. Como componente central de la gestión de proyectos, UNOPS promovió el acercamiento y el diálogo multi-nivel con líderes/as, empresarios/as, autoridades gubernamentales y demás actores sociales.
Esta dimensión social de las obras, que busca no dejar a nadie atrás, permitió que Leidy, Onelia y Odilia pasaran de lavar en la parte baja del antiguo puente a un nuevo enrocado, construido según sus necesidades, respetando su cultura y tradiciones, y favoreciendo su participación efectiva en el proceso.
Texto: Sandra Ramírez, UNOPS Costa Rica
Fotos: Carla Soto
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